25 dic 2015

La batalla contra el olvido

El cantautor Joaquín Sabina ha reconocido en varias entrevistas que su canción Donde habita el olvido parte del poema Donde habite el olvido del poeta Luis Cernuda. Ambas obras tienen como referencia e inspiración el olvido y el lugar donde se ubica éste, sin embargo, cada una ofrece una diferente preocupación para tratar el tema. ¿Qué es lo que une a ambas obras más allá de una influencia autoral? ¿Cómo se entrecruza la literatura y la canción en este caso? Una posible respuesta la encontramos al reflexionar sobre: ¿Qué es y en qué consiste el olvido? ¿En qué momento se hace patente el olvido?
Si resulta que todos aquellos momentos, personas, libros que se creían haber olvidado, realmente no lo están; el saber determinada cosa como olvidada indica que aún hay vestigios de ese recuerdo, por lo tanto no hay olvido. Un verso de Mario Benedetti dice que el olvido está tan lleno de memoria, verso que interpreto como un lugar lleno de recuerdos, por lo que se puede plantear que el acto de olvidar está inmerso en una paradoja, ya que precisamente olvidar hace referencia a la supresión de los recuerdos, pero al notificar algo como olvidado indica que aún se recuerda.
Así como el amor es un verbo que acontece en la espontaneidad, que no permite la conjugación imperativa, y que sólo se reconoce cuando ya pasó; el olvido también es un verbo, sin embargo, su transcurrir es largo, se le reconoce mientras transcurre y sólo se concretiza cuando no se da cuenta de ello. Para verificar cómo se relaciona la obra de Joaquín Sabina y Luis Cernuda, es preciso plantear al olvido como un acto de tres momentos relacionados a las características de este verbo.
Un primer momento está relacionado a la canción de Sabina, al escuchar los versos iniciales se puede conocer la primera parte del argumento de la canción: hubo un encuentro fugaz y pasional.

 Cuando se despertó,
 no recordaba nada
 de la noche anterior,
 “demasiadas cervezas”,
 dijo, al ver mi cabeza,
 al lado de la suya, en la almohada…
 y la besé otra vez,
 pero ya no era ayer,
 sino mañana.

 Posteriormente se escucha en el coro:

Era la hora de huir
Y se fue, sin decir:
“Llámame un día”.
Desde el balcón, la vi
perderse, en el trajín
de la Gran Vía.
Y la vida siguió,
como siguen las cosas que no
tienen mucho sentido,
una vez me contó,
un amigo común, que la vio
donde habita el olvido.

El argumento se complementa con el dolor, la angustia y el pesar de que la vida sigue a pesar de su huida, y que ese encuentro fugaz, junto con la chica y la partida de ella, se irá al olvido. Es aquí donde se revela el primer momento. El acto consiste en tomar al olvido como un lugar donde van a parar todos los momentos, detalles, sonidos, personas, y eventos que se van a borrar; y es un acto mayoritariamente involuntario.
Para el segundo momento es preciso recuperar el verso de Pablo Neruda: “Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido”, lo que más pesa es ese largo transcurrir del tiempo mientras se llevan, o se dejan ir, los recuerdos a ese lugar y ahí se abandonan. Canta Carlos Ann:

La casa cada vez es más grande,
no me puedo esconder.
Una vocecita aconseja
que tengo que escribir
una canción que hable
de que romperé tus cartas,
quemaré tus fotos,
borraré de mi memoria
todos nuestros pactos,
destrozaré la casa,
la regalaré a unos enamorados,
iré a vivir al infierno.

En este momento es cuando todos los recuerdos, llenos de significados, de cosas que el afecto atesora, de los detalles de los que el alma no quiere desprenderse, se desquebrajan, se decoloran, y poco a poco, por el largo y cruel paso del tiempo, se desmoronan hasta quedar en meras ruinas, vestigios; como aquellas escenas de la película Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, que al igual que Carlos Ann, ven la casa quemándose o en destrucción, dejando solamente en el suelo las cenizas de lo que fue y ya no será.
Para desvelar el tercer momento, donde el olvido se concretiza, hay que recurrir a los versos de Luis Cernuda:

Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista. (…)
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.

En estos versos se percibe como la angustia viene cuando uno mismo es el que va a ese lugar, cuando uno mismo será o es olvidado por los demás. Por lo que es posible ver cómo el olvido se patenta, ya que se completa cuando los recuerdos se libran de la atadura de nuestra mente, y vuelan: “Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo / Disuelto en niebla, ausencia… / Allá, allá lejos”. Cuando los recuerdos se han ido de nuestra mente, cuando regresan al lugar que ocuparon en el pasado histórico del universo, y cuando mi ser ya ni el vestigio, ni el polvo, de ellos posee; justo éste es el momento en que el olvido se ha concretado.
Es por estos motivos esta idea del olvido como un lugar donde van a parar los recuerdos, donde se degradan y desaparecen de la conciencia; y en este desaparecer se causa dolor y angustia al que olvida, emociones dentro de la canción de Sabina y el poema de Cernuda se corresponden y habitan dentro de un mismo motivo. Y que como José Alfredo Jiménez, la batalla contra el olvido duele y se pierde en el último trago:

Tómate esta botella conmigo
y en el último trago nos vamos.
Quiero ver a que sabe tu olvido
sin poner en mis ojos tus manos.
Esta noche no voy a rogarte,
esta noche te vas de a de veras,
que difícil tener que dejarte
sin que sienta que ya no me quieras




FUENTES:

Título: Donde habita el olvido.
Autor: Joaquín Sabina, Pancho Varona.
País: España
Álbum: 19 Días y 500 Noches (BMG / Ariola, 1999)
Letra: http://www.joaquinsabina.net/2005/10/29/donde-habita-el-olvido/

Título: El olvido.
Autor: Carlos Ann.
País: España.
Álbum: El Tigre del Congrés (Títere Records, 2010)
Letra: http://www.letrasmania.com/letras/letras_de_canciones_carlos_ann_60593_letras_el_tigre_del_congres_107777_letras_el_olvido_1056757.html

Título: El último trago.
Autor: José Alfredo Jiménez
País: México.
Letra: http://www.cancioneros.com/nc/11011/0/en-el-ultimo-trago-jose-alfredo-jimenez

Título: Donde habite el olvido.
Autor: Luis Cernuda.
Poema: http://www.poesi.as/lc32005.htm

Título: Ese gran simulacro.
Autor: Mario Benedetti.
Poema: http://amediavoz.com/benedetti.htm#ESE GRAN SIMULACRO

Título: Poema 20.
Autor: Pablo Neruda.
Poema: http://www.ciudadseva.com/textos/poesia/ha/neruda/20poemas/20.htm

27 sept 2015

Textos olvidados...

Me he pasado la ultima hora entre varios de mis viejos cuadernos de free writing buscando el argumento de una posible novela que ya había planteado; siempre una mirada al pasado de posibles textos, que están en una etapa embrionaria, me provocan una marea de recuerdos y de viejos anhelos. Sin embargo me acabo de topar con un documento electrónico, debido a que abandone los cuadernos y por lo tanto he perdido ese argumento, que no me trae ningún recuerdo, ni sé por qué lo escribí. Pero creo que tenia madera para ser un buen texto de reflexión sobre las canciones de desamor. El texto dice:

Lo que a hierro mata, a hierro muere.

La gran variedad de canciones se puede relacionar a la gran cantidad de bebidas alcohólicas. Por un lado hay canciones del estilo ranchero, folk, blues, rock, clásica, trova, pop, balada, bolero, tango, etc… Por otro lado está el tequila, el vodka, la cerveza, el vino, el licor, el whisky, el brandy, el mezcal, etc… y en ambos el resultado final, la canción o el trago, depende de muchos factores: la forma de elaboración, los ingredientes, las palabras elegidas, el ritmo, el aroma, la consistencia, la melodía, el tiempo en que se preparó, la combinación, etc. Si el resultado final depende de tantos factores y hay tantas variedades, ¿Cómo saber si esta frente a un buen vino, o si se está frente a una buena canción? Una posible respuesta se puede hallar en los textos críticos de apreciaciones o valoraciones estéticas, otra posible respuesta pueda venir desde el propio gusto como una vieja amiga que opinaba que el mejor trago es el que le gusta a uno; en este texto propongo una aproximación a la conjugación de estas dos propuestas desde una perspectiva particular de la canción ¿Por qué gustan más las que hablan del desamor, o de la tristeza, o del dolor, o de la rabia? La respuesta se haya en la unión de tres ideas: el gusto, la catarsis y lo sublime. 


Leo, después me ensarto.

I

No hay insomnio que aguante tres sacudidas, ni presión que a fuerza de voluntad no se pueda liberar. Ya le he dado muchas vueltas al asunto y de acordeón me va a quedar, tendría que estarle dando a la máquina de escribir para sacar ese cuento vaquero, pero aquí estoy, dándole puño a puño mientras resuelvo mi problema de noviero.
Laurita me traes loco, no te la voy a perdonar. Esto parece que va en serio; antes cuando una chica quería formalizar lo invitaban a uno a cenar con los papás, ahora cuando uno es el indicado ellas te presentan a sus enanos; y para mi mala suerte a mí me tocaron las dos: ir a una comida con los suegros y conocer a los chamacos de Lau.
Que presión siento, está es la prueba de oro para poderla probar. Todo me lo juego ahí, si los papas me dan el visto bueno, si los niños se encariñan conmigo, estoy del otro lado. Pero… ¿Cómo lograrlo? ¿Qué decir? ¿Qué hacer? ¡Bah!  
¡Ay Laurita! si supieras que solo la nuca te quiero soplar no me pondrías a sufrir, vaya calentón que me dejaste esta tarde, y por eso mismo no te la voy a perdonar. Quieres ponerme a cuatro con tus papás, y a aguantar a tus chiquitos, me das un susto terrible. Qué escritor en su sano juicio crees que se quiera prestar a tales juegos, pero si a juegos vamos, mañana me los voy a tronar.

II

Toc, Toc.
            ꟷ Adelante, puede pasar.
            El escritor entró al cuarto, una habitación clásica pero con buen gusto, observó al fondo un librero lleno de obras de varios tomos bien ordenados, a mitad de la sala un diván café de auténtico cuero, y a su derecha una psicóloga que lo hizo sonreír y olvidarse por un momento de su pérdida amorosa.
            ꟷ Adelante por favor, tome asiento, ¿es su primera vez?
            ꟷ Sí.
            ꟷ ¿Está nervioso?
            ꟷ No, ya he estado nervioso muchas veces.
            La doctora sonrío al darse cuenta del juego de palabras. ꟷ Por favor recuéstese, voy para allá, ¿Cuál es tu nombre? ¿A qué te dedicas?
            ꟷ Benito… Benito Camelo, soy escritor. ꟷ Le dijo esto con cierta risa nerviosa mientras no perdía de vista cada movimiento de ella.
            ꟷ Es usted muy gracioso, cuando llamó mencionó que era una emergencia. De haber sabido que no era así no hubiera aceptado verlo, dígame su verdadero nombre.
            El ceño se le frunció a Benito, mientras el tono de voz se pintaba de cierta tristeza.
            ꟷDisculpe usted doctora Melo, al entrar aquí sentí cierta calidez humana y olvide por un momento mi torpeza de ayer. Aunque en eso del nombre no juego, ese es mi nombre y tal vez la penitencia por la que estoy aquí. Soy Benito Camelo Fierro.
            En cuanto escuchó esto, Dora, tomó su libreta y se sentó en la silla que estaba a un costado del diván y le dijo con cierto aire de franqueza: ꟷ Me siento apenada ahora, no era mi intención burlarme de tu nombre, mejor comencemos con la sesión, por qué has venido.
            ꟷ No es para que se apene, tómeme sin cuidado lo que voy a contar. Vengo porque me lo ha pedido ella; ayer según  la lastime y me recriminó que estaba enfermo, que era un pervertido, y que sí quería volver a saber algo de ella tenía que demostrárselo buscando ayuda. Y bueno, aquí me tiene.
            ꟷ ¿Quién es ella? ¿Qué paso ayer con ella?
            ꟷ Laura se llama, una chica con la quería encamarme. Ayer tuve una cita con su familia, y francamente tiene algo que ver con el albur. Lau quería jugar conmigo poniendo pruebas de formalidad de pareja, y a mí eso de juegos no me gusta, prefiero derecha la flecha, así que le di una cucharada de su propio jarabe. Me la pase albureando toda la tarde a sus papás, ya son mayores y buenas personas, no agarraron ni una sola pluma del pájaro que les metía en su jaula, digo en su casa. Me divertí bastante, cuando me retiraba, ella me acompañó a la puerta y con lágrimas en los ojos me reclamo lo grosero que había sido, etcétera, etcétera. Ahora que lo pienso ella si me quería.
            ꟷ Exacto, no era una prueba, sino un paso de cualquier relación. La confianza se forja cuando tu pareja te apoya en todos los entornos y personas que conoces. Desde que llegaste estás albureándome, ¿te das cuenta?
            ꟷ Sí, soy muy alburero, desde pequeño le tomaba por sorpresa a los demás mi ingenio para para dejarles caer mi agudo manejo de la lengua. Aunque a todos les divertía al principio, terminaban incomodándose con la dureza de las frases que les decía. Se alejaban de mí, así que lo considere un arte de defensa personal para ahuyentar a las personas.
            ꟷ Tienes un serio problema, lo disfrazas de arma para defenderte, crees que eso es una virtud.
            ꟷ Me gusta eso de disfrazar el arma, como ponerle una funda.
            ꟷ Eres asqueroso. Abusas del albur, lo empleas para todo en toda situación y crees que algo común. Durante mucho tiempo alejaste a las personas que no querías, pero ayer terminaste dañando a alguien que te importaba, aunque creas que sólo la querías encamar, te has enamorado y si sigues así vas a alejar a todos de ti.
            ꟷ No me importa que se alejen todos, creo que sólo quiero recuperar a ella.
            ꟷ Hay dos caminos para curarte. Uno largo de varias sesiones en los que tendríamos que descubrir de donde viene esto, tal vez es un trauma, y en tal caso el dialogo nos hará solucionarlo. Otro camino, que es mucho más rápido, es que en este momento haríamos hipnosis y así, digamos, que te reprogramaría. ¿Qué eliges?
            ꟷ ¡Hipnosis! Vaya estafa, yo creí que estaba con una doctora profesional y me sale con charlatanerías. ꟷ Al terminar soltó unas risas sonoras que incomodaron a Dora. ꟷOk, escojo la opción rápida, de una vez intentemos eso de hipnotizarme.
            La doctora con un enojo disimulado en la cara y una leve sonrisa maliciosa se paró y saco de su escritorio un reloj de bolsillo. Y con una voz profunda le dijo: ꟷ Vas a ver este reloj, lo voy a mover como un péndulo, y quiero que lo sigas fijamente mientras cuento hacia atrás.
            ꟷ Doctora ¿qué le pasó a su voz?
            ꟷ ¡Concéntrate! Mira el reloj. ꟷ. Y así lo hizo Benito, veía fijamente el reloj mientras escuchaba a Dora: ꟷ Te sientes muy cansado, cada vez que el reloj se mueva para un lado vas a sentir tu cuerpo más cansado, 10… 9… 8… los brazos te pesan, los parpados más, 7… 6… 5… sientes mucho sueño, cuando truene los dedos dormirás,  4… 3… 2… cuando duermas obedecerás mis órdenes, 1… ¡chaz! Duerme.
            Benito cayó en un profundo sueño, mientras tanto Dora le ordenó que levantara una mano y cacareara como gallina para asegurarse, y éste obedeció. Posteriormente le indicó que se desvistiera hasta quedar desnudo, y que se pusiera en cuatro patas sobre el diván. La doctora se quitó el pantalón y saco de un archivero un cinturón negro de cuero del que colgaba un descomunal miembro de plástico para ponérselo, le unto un líquido al miembro y le dijo a Camelo: ꟷ  Cuando truene los dedos vas a despertar, pero no podrás mover tu cuerpo, sólo podrás hablar, mover el cuello y la cabeza. ¡Chaz!
            ꟷ ¿Qué pasa? ¿Dónde estoy?
            ꟷ Estas en mi consultorio, soy la Dra. Melo. ¿Me recuerdas?
            ꟷ Sí, ya recuerdo me hipnotizó. ¿Por qué estoy desnudo?
            La doctora soltó una risa muy fuerte y le dijo con cierta rabia: ꟷ Te burlaste de mi profesión y de la hipnosis, pero aun así voy a curarte del albur. ¿Eres escritor, cierto?
            ꟷ Sí, pero eso que tiene que ver con esto y con encuerarme.
            ꟷ ¿Conoces la frase de todo escritor es antes un buen lector? Pues voy ahora te voy a partir y no te estoy albureando; para curarte y que aprendas a respetar mi profesión te la voy a dejar caer. Así sacaré al lector que tienes en ti, sino eres lector menos serás escritor, y así tu ingenio para manejar el doble sentido de la lengua se perderá.
            Dora se puso atrás de Benito, lo tomo de la cadera con una mano y con la otra tomó  el miembro de plástico para introducirlo en su ano. Empezó a presionar muy fuerte, cada vez más, él sólo gritaba de dolor: ꟷ Me duele, me estas partiendo en dos.
            ꟷ De eso se trata.
            Poco faltaba para que Dora terminara de introducir la parte más gruesa del miembro, cuando Camelo grito tan fuerte que cerró los ojos. Al abrirlos vio en el suelo otro cuerpo idéntico al suyo.
            ꟷ Te he partido, eso que ves es tu yo lector. Lo has perdido, estás curado, no más albur. Ahora cuando truene los dedos te vas poder mover, te vas a vestir y podrás irte.
            ¡Chaz!

III

ꟷ Dra. Melo ¿Qué me ha hecho? Llevo semanas sin poder publicar, he perdido mi trabajo, escribo pero cuando lo leo para poder revisar y corregir, simplemente, no puedo. ¿Sabe usted qué le pasa a un escritor cuando no puede corregir sus escritos? ¿Cuándo simplemente publica lo que le viene a la mente? Soy un fracaso.
            ꟷ Veo que has aprendido la lección. No puedes hablar sin pensar claramente en el efecto que produces en las personas, puede ser que hayas tenido ingenio en el lenguaje pero si sólo lo ocupas para joderte a los demás terminas jodido ¿Lo recuerdas? ꟷ Una burla se dibujaba en la cara de Dora.
            ꟷ Regréseme a mi yo lector, lo necesito, no sé hacer nada más. Porque de tener a Laurita mordiendo la almoha… Ve, ni siquiera puedo decir eso. Porque de tener a Laurita como mi pareja a tener mi arte, prefiero miart… ¡Carajo! Prefiero el arte.
            ꟷ No puedo ayudarte, cuando te fuiste tu yo lector se esfumo. Sin embargo, puedo decirte cómo encontrarlo, como bien sabes cada lector se encuentra con el escritor en el texto, aunque no hay un dialogo per se, es una vía de comunicación. Escríbele al lector para encontrarlo y hacerlo tuyo de nuevo.

IV

Hola Lector. Sé que no estás muerto, al contrario vives y le das una vida diferente al texto en cada lectura. Me es extraño escribirte a conciencia, y complicado si tomas en cuenta que no puedo corregir lo que digo, como en una conversación tradicional: estas palabras una vez escritas no pueden ser corregidas.
Se supone que debo hacerte mío por medio del lenguaje, ya sea atrapándote o seduciéndote con el sin fin de mundos que se pueden crear por las miles de significaciones que tiene el lenguaje.
Sin embargo, debo decir que te admiro profundamente, tu acto de lectura me parece valiente y aventuro, y que encierra en sí una hermosa paradoja: lees con los ojos abiertos, obviamente, pero a la par tienes la vista tapada hacia adelante, no sabes qué es lo que vendrá, no puedes ver más allá de cada palabra que tienes enfocada, y sin importar eso te avientas, con valentía, a seguir leyendo sin imaginar lo que viene para ti; te admiro porque caminas con la esperanza de maravillarte con los mundos ficcionales en un texto que puede estar minado.
Ahora me pregunto y te pregunto ¿Si alguna de estas minas fueran una aparición inesperada de algún giro del lenguaje, te atraparía? No lo sé, y eso es raro, debería saberlo ya que de escritor, también, como tú, soy un lector. Así que ahora, que somos tal vez el mismo, te dejo estas palabras querido aventurero, ansiando que atraparte:

Duermes cada noche entre las colchas de Telas Poncho,
tras haber leído setecientas y pico páginas de tu novela favorita
y haber tomado un té de ramo blanco, que calme, tal vez,
las agruras de cenar tarde unas tortas de chorizo en papas,
ya que si el té no ayuda, puedes ponerte una inyección
intrapiernosa de Tentramitrozon Forte.


Fin.


* Cuento publicado en el 5to numero de la revista Aeroletras (Septiembre del 2015). http://www.aeroletras.org/revista-digital


31 ago 2015

Vuelta al Quirófano

Para Antonio hacía días que había perdido las ganas de no dormir, pensaba que estaba perdida la batalla contra el sueño y la vigilia, ya que sabía que todo eran extrañas sensaciones, un día cerraba los ojos y cuando los abría, ahí se encontraba, en el quirófano, la misma doctora que le preguntaba si todo iba bien, que si sentía algo extraño en la piernas; había ido hace casi dos meses atrás por una pequeña operación de rutina: entraba a las ocho, salía a las diez y a las doce estaba comiendo en su casa.
Así fue como pasó en esa ocasión, él sabía que lo más complicado era la curación y no la operación en sí, sabía que le venía encima una semana, o dos, de cama y hastío, pero se lo tomó con calma; cuando llegó en la mañana comprendió la soledad e impersonalidad de los hospitales, esos lugares donde la muerte danza continuamente, pero al final su operación salió bien, se fue a casa y tuvo una semana dura, fiebres y nauseas, sangrados y estupores, salpullidos, pero para el día seis todo se había calmado por la noche, y él se sintió aliviado de que al fin el infierno a posteriori hubiera terminado; cerró los ojos y se pasó una de sus manos, por inercia, sobre la herida sintiendo las suturas sobre su piel, y así cayó en sueño la penumbra del sueño.
Cuando abrió los ojos se encontró de nuevo en el hospital, su cerebro rápidamente pensó en que había perdido el conocimiento y que lo habían traído por una complicación de urgencia, pero no fue así. Su mano sobre su piel no sentía las suturas, no se atrevió a mirar, pero el tacto no le engañaba, no había cirugía, de nuevo la frialdad del quirófano y entre recuerdos le pareció vivir la misma operación, la anestesia, los residentes, hasta el cirujano que se acercaba y le enseñaba el pedazo que le quitaron, todo era igual, hasta el aroma a anestesia; salió de la operación y ahí estaba su familia y su novia, pero faltaban sus amigos, eso sí había cambiado, sus amigos en esta ocasión no estaban, se habían esfumado.
Y todo ocurrió otra vez, no poder dar más allá de tres pasos, no poder caminar, que su papá le cargue y lo lleve al carro para irse a casa, que el dolor pasé, transcurran seis días y con la calma de sobrellevar la convalecencia, el vuelva a quedar dormido y su mano otra vez se pase sobre las suturas sobre su piel, cierre los ojos y al abrirlos y mover su mano sentir otra vez las suturas, pero hay un frio extraño, una soledad impersonal.
Antonio abre los ojos y se haya en el hospital, en la sala de recuperación, es su novia quien está a su lado y le pregunta que cómo se siente y si ya puede mover sus piernas. Él contesta que sí, pero se le empieza a formar una mirada extraña, sabe que es la tercera vez que lo operan, sabe que a continuación saldrá y su papa lo llevara al coche y se ira a la casa a que le pase el dolor. Así fue, sólo que en esta ocasión, además de que no estaban sus amigos, sus hermanas, que le habían ayudado en las semanas pasadas, sólo quedaron tres días, los otros días él tuvo que levantarse a prepararse la comida, adolorido y dopado.
Era el día seis y la paciencia que antes le acompañaba, ahora lo había abandonado y el insomnio no lo dejaba descansar; agotado, por llevar los últimos días  su recuperación solo, cayó sobre su cama y al despertar estaba otra vez sobre el quirófano, lo había despertado el cirujano y le pedía pujar, él no podía, estaba la mitad de su cuerpo anestesiado, después vio como lo llevaban a recuperación y esta vez entro su mamá, extraña le pareció que la viejecita estuviera ahí, hace años que no la veía, traía un talante sombrío y ella le dijo que nada más que se sintiera mejor podrían partir, que ya estaba el taxi afuera esperándoles. Cuando pregunto por los demás: la novia, los amigos y el papá, la mamá le dijo que no se habían podido quedar, que tenían una vida muy ajetreada y debían atender sus cosas.
Antonio y su mamá llegaron a su casa, ella lo dejó sobre la cama y se fue. Él cayó rendido, el dolor de la cirugía lo mataba, no podía creer que estaba solo cuando hace unas horas le habían hecho una cirugía, sin embargo, ya tenía maña para pararse tras las operaciones semanales, ya sabía qué tipo de dolores le venían en cada momento. Al tercer día como pudo se paró, el hambre lo atacaba y notó que ahora su casa también era fría y solitaria como los hospitales, aunque la suya estaba llena de polvo; se sentía adolorido y olvidado. En fin, pensó, tal vez así son las recuperaciones.
Pasaron los días, hasta el sexto, y otra vez el miedo y el insomnio que tanto lo hacía dudar: ¿Podré dormir esta vez? ¿Mañana despertaré en la casa o en el hospital? Cerró sus ojos para averiguarlo y cuando despertó se encontró en la camilla rumbo a la sala de recuperación, sentía frio. La enfermera le daba unas indicaciones, le preguntaba el nombre de sus familiares. Nadie venia, estaba solo; la enfermera sintió pena y le hizo compañía por unos minutos; a las horas ya podía dar unos pasos y lo sacaron a la calle.
No había taxis y como pudo tomó un camión, tras horas de camino llego a su casa, hacía tiempo que no veía la fachada, ya habían transcurrido diez o doce operaciones, ahora la fachada era blanca y verde, aunque por el cansancio decidió no reparar mucho en eso. Metió la llave en la puerta y no giraba, hizo más fuerza y seguía sin girar, sacó la llave, le sopló y trató de volverla a abrir, no giraba, sacó fuerza y entre lágrimas y coraje la puerta cedió; cuando entró notó dos cosas: que faltaban algunos muebles y que los que estaban, estaban llenos de polvo, además de que percibió un extraño calor que le recorría el cuerpo. Los puntos, la sutura, por la fuerza de abrir la puerta, se habían roto; ahora sangraba, se fue a su cama y cayó cansado sobre un colchón sucio, sin sabanas, ni colchas, ni almohadas. Así quedó dormido por tres días, y al despertarse vio su casa vacía, ya no estaban ni los muebles sucios; sólo él sobre su colchón en el suelo.
El hambre lo atormentaba, pero a dónde ir, con qué dinero, en qué lugar conseguir comida; así paso el tiempo acostado hasta que el sol se metía y daba vueltas por encima de su cabeza por otros tres días. Al sexto ya no sentía miedo ni preocupación, ya lo habían operado tantas veces que ya sabía la rutina de sus andanzas. Cerró los ojos y cuando los abrió se halló bajo el cobijo de unos cartones sueltos debajo de la escalera de un puente peatonal. Sabía que lo habían operado otra vez, pero ahora no tenía idea de cómo había llegado ahí. Se limitó a descansar hasta el tercer día y al cuarto fue a donde estaba su casa, pero nunca la encontró. Las calles ya no estaban donde debían de estar, y él, hambriento, empezó a buscar en la basura, no encontró nada.
Su ropa estaba sucia de sangre de la ocasión pasada, se miró en el espejo de un coche y vio que tenía la barba larga, los cabellos un lío, y las uñas largas y sucias. Así vagó por dos días más, hasta el sexto, donde una vez más posó su tacto sobre lo frío de las suturas y durmió tranquilo.
Cuando intentó abrir los ojos se encontró en un cuarto que se asemejaba a un quirófano, sólo que no había doctores, no había nadie, era un cuarto muy frío, solo y silencioso. Trato de mover su mano para saber si ya lo habían operado o apenas lo iban a operar. Pero cuál fue su sorpresa, no podía moverse ni cerrar los ojos, quería gritar, sentía que se asfixiaba, ya no quería que lo operaran una vez más pero no podía hacer nada, trato de calmarse y escucho una voz, era la voz de su viejecita madre que decía a lo lejos: – yo vengo por él, ya sufrió demasiado – . Había otra voz más cercana, vio al cirujano que se acercaba y decía – hora de muerte 03:06 –, y así fue como sintió que le cerraban los ojos. Nunca más los volvió abrir.


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13 may 2012

DECALOGO DEL PERFECTO CUENTISTA: HORACIO QUIROGA

I Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.

II Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.

III Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia

IV Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.

V No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.

VI Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: “Desde el río soplaba el viento frío”, no hay en lenguahumana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.

VII No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.

VIII Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.

IX No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino

X No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.

La teoria del Iceberg



Un texto literario es un fragmento de una ficción que deambula entre los implícito y lo explícito; esto es, entre lo que describimos y lo que realmente queremos contar; o dicho de otra manera, entre los que se muestra y lo que se omite de forma intencionada, pero que poco a poco sale a flote.


De ahí que la intensidad de nuestros vuelos literarios dependa en muchas ocasiones de la síntesis de la narración y los detalles escondidos y de lo certero del lugar que ocupan en el texto estos detalles mínimos, aunque esclarecedores, que subyacen párrafo a párrafo a lo largo de la lectura.


Ernest Hemingway, nacido en Oak Park, Chicago, en 1899, describía este proceso mediante un símil: “siempre intento escribir de acuerdo con el principio del iceberg”, decía. “Hay nueve décimos [del bloque de hielo] bajo el agua por cada parte que se ve de él. Uno puede eliminar cualquier cosa que sepa y eso sólo fortalecerá el iceberg”, afirmaba el creador de El Viejo y el Mar.


El premio Nobel de Literatura de 1954 aconsejaba recopilar toda la información necesaria para documentar la ficción, elegir de entre ella la meramente imprescindible y mostrarla de forma sintética. El objetivo estaría, entonces, en conseguir que el lector intuya lo que el narrador quiere contar, sin que ambos pierdan el rumbo.


“Si un escritor omite algo, porque no lo sabe, habrá un agujero en su relato. El Viejo y el Mar podría haber tenido más de mil páginas, y dar cuenta de cada personaje, cómo vivían, cómo habían nacido,… No cuento ninguna de las historias que conozco sobre la aldea de pescadores. Pero este conocimiento es lo que constituye la parte sumergida del iceberg”, concluía Hemingway.


Grandes palabras de este gran aviador estadounidense de la literatura universal.


La anécdota:

Gregorio Fuentes, un marinero nacido en Lanzarote (Islas Canarias), pero afincado en Cuba, fue compañero de aventuras de Hemingway desde 1940. El escritor estadounidense le dijo, tras recibir el Nobel en 1954: “Mira, tenemos dinero. A esto también tú tienes derecho”, según publica El País en su edición del 14 de diciembre de 2002.


Artículo publicado en diciembre de 2002 / Aviondepapel.com http://www.aviondepapel.tv/2008/01/ernest-hemingway/

15 abr 2012

Poesia


Si algún día te roban un beso
y a cambio, le robas la vida,
la tomas con fuerza salvaje,
devorándola entre el brillo y el tormento.

Vienes y escribes, aun con la adrenalina,
Y queda impregnada en la hoja
la rebaba de las caricias que te sobresaltan en la nuca.

¡Eso es poesía!

Si tienes, por decir algo,
un instante de ataque de furia,
de inconformismo;
y quemas todo,
rompes con un palo el sillón cómodo
sintiendo que por fin estas liberado.

Y lo primero que gritas
es algo que se vuelve poesía,
por su fuerza, por su rabia,
por su belleza.

Tu grito habrá servido
para desgarrar a mi alma
y sus ataduras.

Si lo anterior es lo tuyo,
por condena o por azar.
Y aun te queda un respiro de vida
para llevarme al infierno,
quemarme,
y dejarme ahí, ardiendo
gritando y devorando salvajemente…

¡Yo te leo!


Paul Peña.

17 sept 2011

Cómo comencé a escribir

Con autorización de Random House Mondadori, ofrecemos un capítulo del nuevo libro de García Márquez, “Yo no vengo a decir un discurso”, que sale mañana a la venta y en el que reúne textos que escribió para ser leídos en voz alta.

Jueves 28 de octubre de 2010
El Universal

Primero que todo, perdónenme que hable sentado, pero la verdad es que si me levanto corro el riesgo de caerme de miedo. De veras. Yo siempre creí que los cinco minutos más terribles de mi vida me tocaría pasarlos en un avión y delante de veinte a treinta personas, no delante de doscientos amigos como ahora. Afortunadamente, lo que me sucede en este momento me permite empezar a hablar de mi literatura, ya que estaba pensando que yo comencé a ser escritor en la misma forma que me subí a este estrado: a la fuerza. Confieso que hice todo lo posible por no asistir a esta asamblea: traté de enfermarme, busqué que me diera una pulmonía, fui a donde el peluquero con la esperanza de que me degollara y, por último, se me ocurrió la idea de venir sin saco y sin corbata para que no me permitieran entrar en una reunión tan formal como ésta, pero olvidaba que estaba en Venezuela, en donde a todas partes se puede ir en camisa. Resultado: que aquí estoy y no sé por dónde empezar. Pero les puedo contar, por ejemplo, cómo comencé a escribir.

A mí nunca se me había ocurrido que pudiera ser escritor pero, en mis tiempos de estudiante, Eduardo Zalamea Borda, director del suplemento literario de El Espectador de Bogotá, publicó una nota donde decía que las nuevas generaciones de escritores no ofrecían nada, que no se veía por ninguna parte un nuevo cuentista ni un nuevo novelista. Y concluía afirmando que a él se le reprochaba porque en su periódico no publicaba sino firmas muy conocidas de escritores viejos, y nada de jóvenes en cambio, cuando la verdad -dijo- es que no hay jóvenes que escriban.

A mí me salió entonces un sentimiento de solidaridad para con mis compañeros de generación y resolví escribir un cuento, nomás por taparle la boca a Eduardo Zalamea Borda, que era mi gran amigo, o al menos que después llegó a ser mi gran amigo. Me senté y escribí el cuento, lo mandé a El Espectador. El segundo susto lo obtuve el domingo siguiente cuando abrí el periódico y a toda página estaba mi cuento con una nota donde Eduardo Zalamea Borda reconocía que se había equivocado, porque evidentemente con «ese cuento surgía el genio de la literatura colombiana» o algo parecido.

Esta vez sí que me enfermé y me dije: «¡En qué lío me he metido! ¿Y ahora qué hago para no hacer quedar mal a Eduardo Zalamea Borda?». Seguir escribiendo, era la respuesta. Siempre tenía frente a mí el problema de los temas: estaba obligado a buscarme el cuento para poderlo escribir.

Y esto me permite decirles una cosa que compruebo ahora, después de haber publicado cinco libros: el oficio de escritor es tal vez el único que se hace más difícil a medida que más se practica. La facilidad con que yo me senté a escribir aquel cuento una tarde no puede compararse con el trabajo que me cuesta ahora escribir una página. En cuanto a mi método de trabajo, es bastante coherente con esto que les estoy diciendo. Nunca sé cuánto voy a poder escribir ni qué voy a escribir. Espero que se me ocurra algo y, cuando se me ocurre una idea que juzgo buena para escribirla, me pongo a darle vueltas en la cabeza y dejo que se vaya madurando. Cuando la tengo terminada (y a veces pasan muchos años, como en el caso de Cien años de soledad, que pasé diecinueve años pensándola), cuando la tengo terminada, repito, entonces me siento a escribirla y ahí empieza la parte más difícil y la que más me aburre. Porque lo más delicioso de la historia es concebirla, irla redondeando, dándole vueltas y revueltas, de manera que a la hora de sentarse a escribirla ya no le interesa a uno mucho, o al menos a mí no me interesa mucho; la idea que le da vueltas.

Les voy a contar, por ejemplo, la idea que me está dando vueltas en la cabeza hace ya varios años y sospecho que la tengo ya bastante redonda. Se las cuento ahora, porque seguramente cuando la escriba, no sé cuándo, ustedes la van a encontrar completamente distinta y podrán observar en qué forma evolucionó. Imagínense un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de diecisiete y una hija menor de catorce. Está sirviéndoles el desayuno a sus hijos y se le advierte una expresión muy preocupada. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella responde: «No sé, pero he amanecido con el pensamiento de que algo muy grave va a suceder en este pueblo».

Ellos se ríen de ella, dicen que ésos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el adversario le dice: «Te apuesto un peso a que no la haces». Todos se ríen, él se ríe, tira la carambola y no la hace. Paga un peso y le pregunta: «¿Pero qué pasó, si era una carambola tan sencilla?». Dice: «Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi mamá esta mañana sobre algo grave que va a suceder en este pueblo». Todos se ríen de él y el que se ha ganado el peso regresa a su casa, donde está su mamá y una prima o una nieta o en fin, cualquier parienta. Feliz con su peso dice: «Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla, porque es un tonto». «¿Y por qué es un tonto?». Dice: «Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado por la preocupación de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo».

Entonces le dice la mamá: «No te burles de los presentimientos de los viejos, porque a veces salen». La parienta lo oye y va a comprar carne. Ella dice al carnicero: «Véndame una libra de carne» y, en el momento en que está cortando, agrega: «Mejor véndame dos porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado». El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice: «Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se está preparando, y andan comprando cosas».

Entonces la vieja responde: «Tengo varios hijos; mire, mejor déme cuatro libras». Se lleva cuatro libras y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice: «Se han dado cuenta del calor que está haciendo?». «Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor.» Tanto calor que es un pueblo donde todos los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos. «Sin embargo -dice uno-, nunca a esta hora ha hecho tanto calor.» «Sí, pero no tanto calor como ahora.» Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz: «Hay un pajarito en la plaza». Y viene todo el mundo espantado a ver el pajarito.

«Pero, señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.» «Sí, pero nunca a esta hora.» Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo. «Yo sí soy muy macho -grita uno-, yo me voy.» Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen: «Si éste se atreve a irse, pues nosotros también nos vamos», y empiezan a desmantelar literalmente al pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo dice: «Que no venga la desgracia a caer sobre todo lo que queda de nuestra casa» y entonces incendia la casa y otros incendian otras casas. Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio clamando: «Yo lo dije, que algo muy grave iba a pasar y me dijeron que estaba loca».

Que venga el bajon...

Y la montaña rusa debe de bajar, el telon ha mordido el suelo, vale aclarar que no me han contado diez..







Terribl hábitat.

Nunca fumo demasiado...